A veces no duele algo concreto.
Duele todo un poco.
Duele el pecho.
Duele la mente que no para.
Duele el cuerpo que carga cosas que no sabe nombrar.
Y no es tristeza exactamente.
Es cansancio del alma.
Ese momento en el que ya no podemos sostener como antes,
ni poner buena cara,
ni hacer como que no pasa nada.
Y está bien.
De verdad, está bien.
No tienes que ser fuerte todo el tiempo.
Nadie vino a esta vida a demostrar resistencia.
A veces, sanar no es hacer más.
Es detenerse.
Respirar.
Caer un poco hacia dentro.
Mirar lo que está pidiendo voz.
Y darnos permiso para sentir.
Sentir no es hundirse.
Sentir es honrar.
La emoción solo quiere una cosa:
ser vista.
No para quedarse,
sino para salir.
Tu corazón no está roto.
Está pidiendo espacio.
Un espacio donde no tengas que ser nada más que tú misma.
Con lo que hay hoy.
Aunque sea confuso.
Aunque sea torpe.
Aunque sea vulnerable.
La sanación no es un destino.
Es una forma de volver a casa
una y otra vez,
suave,
sin exigencia,
sin prisa.
Si ahora mismo tu corazón está cansado,
recuérdate esto:
No tienes que poder con todo.
Solo tienes que respirar.
Eres vida aprendiendo a sentirse a sí misma.
Y eso ya es sagrado.
Si estás pasando por un momento sensible, no tienes que atravesarlo sola.
Estamos aquí para acompañarte, suavemente, desde la presencia y el alma.
Añadir comentario
Comentarios